domingo, 25 de agosto de 2013

Empleados de la Funeraria Municipal: Temen más a los vivos que a los fantasmas Principalmente a los médicos que con sus pinzas destrozan el cráneo del bebé que muere en el vientre de la madre; y aquellos que sin enterrar a su muerto, en pleno velorio se andan peleando por las cosas materiales

Empleados de la Funeraria Municipal:
Temen más a los vivos que a los fantasmas

Principalmente a los médicos que con sus pinzas destrozan el cráneo del bebé que muere en el vientre de la madre; y aquellos que sin  enterrar a su muerto, en pleno velorio se andan peleando por las cosas materiales

Alejandro Mares Berrones







A raíz de la entrevista, que ya publicamos y que fue realizada el pasado jueves, a eso de las 11:00 horas a Asbel Josué Pérez Ramírez, director de la Funeraria Municipal, ubicada en la avenida Roberto Guerra y Francisco Castellanos esquina, de la Colonia Popular, quien además de decirnos que en ese tanatorio –sinónimo de funeraria, palabra que proviene del griego “Thanatos” Dios que gobierna a la muerte -, carecen de cajones de muerto, por algunas cuestiones con los proveedores que surten los féretros o ataúdes; también nos contó que a los empleados bajo sus órdenes se les han aparecido fantasmas y que a él le gustaría que se le apareciera uno, pero que fuera como Ninel Conde
Inmediatamente después de nuestro interviú –entrevista periodística-, con el personaje antes descrito, entrevistamos por separado a Juan Martín Salomón y a Felipe Moreno Martínez, empleados de ese lugar de servicios fúnebres; quienes confirmaron el escalofriante tema de los fantasmas: “ha habido muchas cosas que han pasado aquí, una de ellas es cuando la oficina, estaba anteriormente hacia atrás, se oían pasos de mujer y el perfume de la misma, es decir, de tacones”, dijo Juan Martín.
Abundó: “Otro de los casos es que en la capilla cuatro, se aparece un muchacho, con pantalón de mezclilla, camisa como color café; este mismo muchacho se le apareció a unas personas, ellos pensaron que era el velador y como se metió a la capilla en donde estaban velando y se colocó en la parte de atrás; entonces, ellos de buena onda fueron a llevarle café y pan, y cuando ellos fueron, ya nadie estaba allí y luego otra vez, el mismo muchacho, se le apareció a un compañero de nosotros que se llama Felipe Moreno”…
…“Yo estaba con él, nada más que estábamos haciendo un movimiento de un ataúd, entonces (sic) el compañero me dice, oye dile al muchacho que se salga, porque vamos hacer el movimiento del ataúd; entonces, pues yo me dirijo hacia atrás, para ver en donde estaba el muchacho y decirle que se saliera, porque íbamos hacer un movimiento (sic), y no encontramos nada y todas las capillas estaban cerradas, por dónde él pudo haber salido, no se pudo haber salido, no había salida”.
--¿Qué sentiste?                                                                                               
--“Pues empezamos a gritarle, dónde estás, entonces yo le dije a Felipe; Felipe mira el piso, nada más están nuestras pisadas, no hay otras pisadas, más que las nuestras, entonces (sic) les preguntamos a las personas que estaban en las capillas, si era su familiar y dijeron que no, que no había ningún familiar de ellos con esa vestimenta, entonces a los tres días vino un familiar de la persona que estaban velando aquí cuando les preguntamos y a los días siguientes se acordaron ellos, que efectivamente ese muchacho era el hijo de la señora que se estaba velando aquí, entonces creímos que era el hijo”.
Juan Martín Salomón, agregó:
“Nos platicaron que la señora que se estuvo velando aquí, hace ya muchos años tuvo un hijo que se lo mataron, entonces nosotros pensamos que el muchacho era el hijo que venía a recoger a su mamá para llevársela; para nosotros ya es normal que nos pase esto o que nos platiquen estas cosas; años atrás, cuando unos capilleros –personas que trabajan en las funerarias, en el movimiento de cadáveres- venían a trabajar aquí, entonces esta capilla –se refiere a la número 1, de las cuatro que tienen numeradas en la Funeraria Municipal- no existía antes; entonces ellos me dicen, oye está una señora tocando la ventana por afuera, les dije yo, pues cual persona, si no hay ninguna señora, dijeron sí, ahí hay una viejita y era como la una o dos  de la mañana y fuimos a buscar y no era nadie”.
--¿Qué se siente ver o sentir un fantasma?
--“Nada, pues yo no he sentido, así de que diga que me asusta, porque como te digo, llevo más de 16 años trabando aquí, casi soy de los fundadores, esta funeraria se formó si más no recuerdo como en 1991, en la administración de Tomás Yarrington; antes estaba frente a la Alberca Chávez y anteriormente donde está hoy, era Bomberos y la Cruz Roja”.
Nuestro entrevistado es de estatura mediana, como de 1.50 metros, de tez morena y ojos café, viste un pantalón azul de mezclilla y camisa de cuadros y a pregunta expresa, de que si se sigue apareciendo el muchacho, arguye:
“Ya es muy raro, porque a veces los padres –sacerdotes católicos- y los pastores –dirigentes de iglesias cristianas- vienen hacer aquí oraciones y a veces los padres traen agua bendita y les pedimos que le echen a todos las capillas y a todas las instalaciones”.
--¿Y les han contado ustedes a los curas y a los pastores sobre estos fantasmas que se aparecen aquí?
--“Sí, son muy escépticos, no creen en eso, pero el último cura que vino salió corriendo y lo quisimos alcanzar, para que nos dijera que fue lo que pasó o que se le apareció y no lo pudimos alcanzar”.
--¿Cuáles son tus funciones aquí en este tanatorio?
--“He, pues de todo un poco, soy el auxiliar, o sea, traigo la carroza, vamos a recoger los cuerpos, los llevamos a preparar y luego a la sepultura o la cremación, después de la velación”.
--¿Cuántos cuerpos has recogido durante estos 16 años que llevas trabajando aquí?
--“He, pues como más de mil quinientos, en toda mi carrera o más”.
--¿Qué ocurre, cuando tiene algún virus o epidemia contagiosa el cuerpo o la persona que fallece?
--“Ah, pero tenemos un equipo especial, es como un traje que te cubre todo el cuerpo, una mascarilla, tapabocas, para que al momento de que va uno a recoger el cuerpo que ya tiene días, que ya está putrefacto, que ya con cualquier movimiento pueden reventar, entonces tenemos que tener mucha precaución”.
--¿Qué pasa con esa vestimenta, la lavan o la desechan?
--“La desechamos porque ya está contaminada”.
--¿Siempre van con esa protección?
--“Sí, en esta administración nos empezaron a surtir con eso, las anteriores nada más nos daban los puros guantes y las mascarillas”.
--¿Qué hacías con la ropa propia que usabas en las anteriores administraciones cuando solo te daban unos simples guantes y una mascarilla, la tirabas?
--“No, cuando es así, nada más la pura ropa de nosotros se lava en una sola lavadora para no contaminar la demás”.
Juan Martín Salomón, se acomoda para las fotografías y en ese instante le preguntamos sobre algo chusco que le haya ocurrido en el desempeño de sus labores y nos cuenta:
“Ha, pues que te puedo decir, pues que una vez un compañero, no recuerdo su nombre, porque duró muy poquito, que ya no trabaja aquí con nosotros,  porque este trabajo no es fácil, a veces tenemos que ir por cuerpos putrefactos o engusanados, pero en el caso de él se le aparecían los fantasmas más seguido y mejor renunció; una vez a este compañero, cuando bajó de la carroza, lo agarró del hombro una señora que estaba en un llanto, pensó que era familiar de la fallecida; el compañero lo que hizo, fue agarrarla del brazo y la fue consolando, la señora también lo tomó del brazo y ahí tuvo que aguantar el compañero, y la señora lo estuvo abrazando y llorando y llorando y aquel se dejó querer”.
Nuestro entrevistado soltó la carcajada: “ja, ja, ja, ja…”, se acordó de aquellos momentos chuscos, pero cuando se le preguntó sobre lo que más lo ha impresionado de su trabajo, dejó de reír, su mirada se entristeció y por poco suelta las lágrimas, pasa saliva por su garganta y con los ojos rojos, exclama:
“Como dice el director –Asbel Josué Pérez Ramírez-, nosotros ya aquí estamos pues acostumbrados, pues a ver de todo, pero lo que más me impresiona, es cuando se trata de los bebés –nuestro entrevistado se pone más triste de lo que estaba-; a veces se trata de parejas, que es su primer bebé y están muy ilusionados y allá en el hospital –se refiere al Pumarejo-, les mencionan que su producto ya viene muerto –óbito fetal, acción de morirse en el vientre- entonces los doctores lo que hacen, cuando ya viene muerto el producto como ellos dicen, agarran unas pinzas y los agarran del cuello y los estiran, pero en ese momento el bebé es frágil y le destruyen el cráneo y todo; nosotros tenemos que decirles a los familiares, el bebé viene destrozado del cráneo, se los decimos para que ustedes luego no se vayan a quejar que nosotros lo hicimos o que un error o algo, que se nos cayó; ¡no!, el bebé ya venía con el cráneo destrozado y esto es en el Hospital Pumarejo, en el Seguro Social, cualquiera de esos; porque saben bien que ya viene el producto muerto, así que ellos lo que quieren es sacarlo, o sea, terminar su turno y como son muchos y son puros chavos, que no tienen ni la experiencia, ni el sentimiento para hacer algo así”.
--¿Eso te causa mucha tristeza?
--“Sí, al ver a los familiares, a veces tenemos que tomarles fotos, para que vean ellos o pasarlos a ellos al anfiteatro, antes de que se toque el cráneo y pues eso es lo que más nos impresiona; tener que ver, que los doctores no tienen el sentimiento para hacer esa operación o parto, para sacar el producto de la mujer o sino a veces ahí se van ambos”.
--¿Cómo que se van ambos?
--“Es que a veces muere la mamá y el bebé que lleva en su vientre y así se entierran”.
--¿Este asunto de la tanatopraxia te asusta, le tienes miedo a los muertos?
-- “Pues como dicen, ustedes les tienen miedo a los que fallecen o a los que van a enterrar, ¡no, miedo a los vivos!, a esos sí, hay que tenerles miedo”.
Después de haber terminado de interviuvar a Juan Martín Salomón, buscamos por las instalaciones de la Funeraria Municipal, al que realmente vio al fantasma, a su compañero de labores, a Felipe Moreno Martínez y ya sentadito en la recepción del citado tanatorio, iniciamos la conversación y el diálogo; dice tener 12 años, casi 13, de estar trabajando para el municipio en ese velatorio y desde que se le apareció el fantasma usa una medallita de la Virgen de Guadalupe colgada en su cuello; reconoció que empezó a usar ese colguije y los espíritus del más allá, han dejado de mostrársele y sobre todo las pesadillas han desaparecido.
A Felipe le soltamos la primera pregunta, ¡fuego!:
--¿Aquí tu compañero Juan Martín, ya nos platicó que a ti fue al que se apareció el fantasma en forma de un muchacho?
--“Así es, hace como un año, aproximadamente, estábamos en la capilla cuatro, estábamos (sic) cambiando un cuerpo de ataúd a otro ataúd, cuando sacamos a toda la gente, entonces yo mismo retiré a la gente y dejé nada más una puerta abierta, que es donde estaba yo y en ese momento, ahí vi, voltié hacia el lado izquierdo rumbo a un pasillo y ahí  paso un muchacho como de unos 18 a 20 años delgadito él, moreno, nunca me dio la cara, pero le vi los ojos blancos y el pelo negro, negro y así como en pocas palabras se miraba raro el muchacho”.
--¿Cómo raro?
--“En los ojos, parecía hasta el diablo, si es que el párpado del ojo se le miraba mal”.
--¿Pero, a ti ya se te ha aparecido?
--“No creo que se me haya imaginado, porque es la segunda vez que me pasa eso”.
--¿Explícame, cómo fue la primera vez?
--“Mira, la primera vez yo llegue a los baños de donde está la cafetería de la capilla dos, me quede viendo pa’ el rincón y ví una, una, como si tuviera traje negro, se me quedó viendo, pero yo iba por la escoba o el recogedor y entonces yo me le quedé viendo, entonces se le veían los parpados blancos de los ojos y le digo que haces aquí, pero luego empecé a sentir como si alguien se parara atrás, y no, acá en la nuca, pues que agarro la escoba y me salgo para fuera; pero de ese muchacho sí estuvo más aca, porque a él lo ví pasar, es de una estatura de unos, 1.65 metros”.
--¿Cómo se te apareció vestido?
--“Un pantalón de mezclilla, una camisa vaquera de colores celestita y un suerte de esos de tirantitos color gris”.
--¿Se te arrugó el cuero?
--“Nomás me salí, ja, ja, ja; me salí pa’fuera luego, luego, en eso nos fijamos, luego, luego (sic) con la gente que habíamos sacado sino estaba ese muchacho, entonces le pregunto a él –Juan Martín Salomón-, ¿quién me paso por aquí?, yo lo vi pasar pa’los baños, sácalo para que no mire lo que estamos haciendo, porque vamos a cambiar el cuerpo de la señora, en eso me dice mi compañero, no hay nadie, como que no hay nadie, lo acabo de ver que acaba de pasar ahí, no pues no, vamos, para que veas me dice y no pues fuimos y no, no había nadie, y ya en la noche estaba una persona ya velándose en la capilla dos y a unos dolientes les pasó lo mismo, vieron el mismo muchacho, le llevaron café, con unas galletitas, cuando ya le llevaban el café con las galletitas, no lo encontraron, creyeron que estaba en la capilla cuatro y no lo encontraron, ya no había nadie en la capilla cuatro, ni una puerta abierta, todas cerradas y luego vino un padre –sacerdote católico- a dar una misa a un hombre que estaba en esa misma capilla, que por cierto el padre también salió corriendo, ja, ja, ja…”.
Aquí hacemos una pausa, para explicarles a nuestros lectores, que la Funeraria Municipal, cuenta con una serie de pasillos que comunica a las cuatro capillas en donde se velan a los difuntos y todas tienen baños en su interior. Continuamos preguntándole a Felipe:
--¿Qué le pasó al padre?
--“No pues, yo le dije, sabe que padre, ya que anda aquí echando agua bendita, me gustaría que le echará agua bendita a todas las capillas, porque se me apareció un muchacho y le explique; pero cuando entró a la capilla dos, salió corriendo, no me dio tiempo de decirle nada y para darles las gracias, solo vi que iba todo descolorido, a mí se me hace que también a él se le apareció el muchacho, porque vi al padre más asustado que yo”.
--¿Cuánto duraste con el susto, tomaste agua con azúcar, yerbaníz o te diste una barrida con albahaca?
--“Mínimo fueron 15 días y lleve una medallita a que me la bendijera el padre”.
--¿A raíz de eso, usas esa medalla de la Virgen de Guadalupe en tu cuello?
--“Si, si, si y hasta quisiera poner una más grande, una pa’ya pal rincón –nuestro personaje, señala con su mano derecha hacia el fondo de la Funeraria Municipal-”.
--¿Qué anécdota me puedes contar, de los cuerpos o cadáveres que atiendes?
--“Hay muchas, hay bastantes”.
--¿Cuál es la que más te ha impresionado?
--“No pues, el de una muchacha, que se halló aquí en la Cantinflas, que la mató el ex marido, este la estaba esperando en un callejoncito que hay en la Cantinflas de la Lauro Villar, hay un monte aun ladito, ahí hallaron el cuerpo de la muchacha esa, la hallaron como a la semana o a los diez días, ya la muchacha iba en estado de descomposición, y los papás de ella, nos pedían que la lleváramos a su domicilio y todo eso, pero ya era casi imposible, porque ya estaba engusanada, ya estaba el cuerpo deshaciéndose; traía también su sobre con su dinero –sueldo-, pero ya el dinero, ya no servía y ha sido uno de los casos que más me ha llamado la atención”.
--¿Hace cuántos años de ese caso?
--“Hace como cinco años aproximadamente”.
--¿Por qué te llamo la atención?
--“Pues porque, por los papás que estaban muy dolidos, porque nadie les querían decir, y las demás funerarias no querían ir por el cadáver, ya estaba toda engusanada y despidiendo el peste muy feo, muy horrible el olor y pues vimos el sufrimiento de los papás, que la querían ver, pero ya ella era en su cara un esqueleto y lo demás se venía deshaciendo”.
Felipe, recuerda el hecho y maldice al criminal, al ex marido de esa muchacha; después de las palabras de nuestro entrevistado, que por razones obvias evitamos relatar, le preguntamos:
--¿Qué métodos utilizan para levantar ese tipo de cuerpos o cadáveres?
--“Simplemente para poder empezar, les ponemos una sábana abajo, un plástico y los vamos enrollando a que caigan en el plástico, para poder comenzar y los echamos al ataúd, para que de ahí posiblemente sean llevados al panteón porque ya no tienen chance de velarse”.
--¿Cuántos cuerpos habrás atendido?
--“Pufs, ufs, pues tengo ya 12 años, bastantes, fácil más de mil”.
Felipe, reflexiona y remata:
“Otra cosa que nos da coraje, es que los familiares de los difuntos, cuando vamos a entregar los cuerpos, ellos ya andan repartiéndose que el refrigerador, que tu la sala, el carro o que como le hago para cobrar el seguro de vida, oye, todavía ni lo entierran y ya andan peleándose por todo”.
“Así pasa Felipe, eso ocurre hasta en las mejores familias”, termina diciendo el reportero.
Para concluir, dejaremos pendiente un ensayo que pudiera ser: por qué motivos  fallecen los bebés en el vientre de la madre o sobre el tema de los fantasmas; hoy solo diremos que existen quienes son escépticos y dudan en las creencias de estos fenómenos paranormales; sin embargo, el ser humano, es un ente biológico, es decir, come y defeca; pero también es espiritual, tiene alma, espíritu y pensamiento…les recomiendo que vean la película “El Conjuro”, que se estrenó en los cinemas de la localidad y luego me dicen, si esto es puro cuento…
Colorín, colorado, mejor aquí la dejamos, porque me han tocado tres veces tres a la puerta de mi oficina y como dice el colega Julio Rubio e instructor del curso de periodismo, “me tengo que levantar del piano –teclado-, para ver quien es” y que creen: abrí la puerta y era un chivo prieto.